lunes, enero 16, 2006

Muros de intolerancia

El cantautor cubano Carlos Varela es uno de mis favoritos. Hay un disco suyo, llamado “Monedas al aire”, que he tenido que comprarlo tres veces (porque en dos oportunidades me lo han robado), en una canción sorprendente llamada “Muro”, canta lo siguiente:

“Mojas el pan en el plato vacío, y apagas la televisión. Abres la ventana y miras afuera, la ciudad te espera en algún lugar. Sales a la calle y te vas al muro donde acaban todos, donde empieza el mar. Cuentas los pasos regresando a casa y prendes la televisión. Te quedas dormido y cuando empieza el himno, te vas a la cama, te vas a soñar, mientras otro sigue recostado al muro donde acaban todos, donde empieza el mar. Luna, algo está sucediendo, que estoy sintiendo que esta vez me están dejando solo, o al menos solo como la noche. Mojas tu cara como cualquier día y te vas sin afeitar. Te compras la prensa y notas que al mundo le ha cambiado el rostro para bien o mal, y sigues caminando y te vas al muro, donde acaban todos, donde empieza el mar”.

La pregunta de rigor es ¿Qué es el muro? El compositor lo explica así. “Donde acaban todos, dónde empieza el mar. El malecón habanero es nuestro muro de los lamentos. Quién no ha tenido una historia de amor, o desamor, olorosa a sal y sentado de espaldas a la ciudad con la vista en el horizonte".

La isla de Varela está aislada. El muro es invisible e impide el paso hacia un lugar más allá. Allí acaban todos porque allí empieza el mar. Algunos salen en barcazas a retarlo, con pocas probabilidades de éxito. Es su manera de “saltar” muros, ya que parece que no pueden derribarlos.

En 1989 presenciamos con asombro la caída del Muro de Berlín. Un monumento descomunal a la estupidez humana (junto con el Universo, una de las dos cosas infinitas que existen, según Einstein) que, por la defensa de la ideología, limitó la libertad, dividió familias, partió por la mitad los ideales democráticos y atentó contra los derechos humanos de miles de personas, hasta que el ser humano no pudo más y el pueblo, sin aspavientos, tomó las riendas de la historia y, con unos mazazos, ayudó a la Ley de la Gravedad a disponer de esa espantosa pared de granito y a aprovecharla para hacer souvenirs. Por cierto, yo guardo con respeto un pequeño trozo de ese horrendo muro en mi casa, y en él se ven unas manchas de grafiti, que no fueron otra cosa que gritos por escrito. 

Todos creímos que se habían acabado los muros y que los viejos atlas y mapas habían cambiado de color para siempre. Soñamos que jamás la ideología volviese a encarcelar a los habitantes de todo un país o ciudad entre paredes de concreto. Y las fronteras (que, como decía Yanni, pianista griego, no se ven desde el espacio, porque no existen) comenzaron a desdibujarse. La Comunidad Europea es un buen ejemplo de ello: libre tránsito de personas, bienes, servicios y capitales. Un pasaporte único y, en muchos estados, moneda única.

Pues nos equivocamos: la estupidez humana es infinita.

La administración de turno de los EEUU ha decidido construir un MURO que impida el paso de los latinoamericanos (toda Latinoamérica limita con Estados Unidos). Con ello, nos encierra entre paredes, pero también lo hace a sus propios ciudadanos. EEUU cierra sus puertas a la migración, olvidándose de que todo su gran país fue construido gracias a inmigrantes, porque la población originaria (a quien tanto admiro) fue masacrada. Con su política actual, EEUU debería impedir al Mayflower atracar.

Lo peor es recordar las palabras de otro Presidente de EEUU, del mismo partido que el actual, en 1987, pidiendo a gritos en Berlín: “Señor Gorbachov: si usted quiere la paz y la prosperidad, venga y tire abajo este muro” (Reagan), o recordar al Gran Presidente, también en Berlín, pero en 1963, diciendo: “Todos los hombres libres, no importa dónde vivan, son ciudadanos de Berlín. Por eso, como hombre libre, me enorgullece decir “Ich bin ein berliner” (JFK).

Estados Unidos se aísla, como Cuba (a quien tanto critica…) pero sin ser isla.

La construcción del muro que separa EEUU de Latinoamérica es un error intolerable y un atentado contra la democracia, la igualdad, el respeto mutuo que debe prevalecer entre las naciones, la soberanía del derecho internacional, y la tolerancia. La “seguridad nacional” no puede ser doctrina que justifique la desigualdad ni el irrespeto de los derechos humanos. Los conceptos modernos son otros: “seguridad personal” y “seguridad democrática”, según me dijo doña Sonia Picado un día de estos. América Latina (y con ella, todo el mundo libre) deben recoger herramientas morales y políticas suficientes para tumbar ese muro de intolerancia.

Señor Bush: si usted quiere la paz y la prosperidad, venga y tire abajo este muro.