domingo, agosto 06, 2006

Cada persona tiene su tiempo

Nuestra vida personal recibe de parte de la sociedad en la que habitamos gran cantidad de estímulos y contra-estímulos. Desde niños somos educados para absorber como propias ciertas metas, sin que se nos dé la oportunidad de detenernos a pensar en su coherencia hacia nuestro propio proyecto de vida. Por ejemplo, muchos pasan diecisiete años estudiando a toda prisa para obtener un título universitario cuanto antes... ¿y por qué? 

No pregunto acerca del legítimo motivo (que doy como un supuesto) de forjar una profesión para conseguir los medios de subsistencia familiar o nuestras metas. La pregunta, me corrijo, más bien sería ésta: ¿por qué razón tanta prisa? ¿Por qué cuánto antes? ¿Cuánto antes de qué

Joaquín Garrigues, jurista español, decía que las carreras universitarias ya no se estudian sino que se corren, y afirmaba que a veces le costaba distinguir entre estudiantes de la carrera de derecho y estudiantes de derecho "a la carrera". Otro ejemplo: es común que la sociedad presione a nuestros jóvenes indicándoles “termina tu carrera y cásate”. En bastantes casos, si siguen esa corriente, a los pocos años algo fracasa. ¿Por qué?

Sostengo que la sociedad es poco solidaria con sus miembros, pues los compele a realizar ciertas tareas y asumir ciertos roles desde tempranas edades sin cuestionarse siquiera si el individuo estaba preparado para hacerlo, o si ese era su interés particular. Hacer algo que uno realmente no desea (estudiar lo que a uno no le interesa, viajar a un país al que uno no quiere viajar, sacar un postrado que no es prioridad, o casarse con quien uno no ama) puede acabar en tragedia personal. Pero la sociedad nos "obliga", en cierto modo, a no salirnos de las prácticas comunes, asumiendo que la igualdad jurídica de todos (igualdad de derechos) significa igualdad de intereses y de proyectos de vida. Gran error.

Ya me ha sucedido ver cómo uno o una de mis estudiantes recibe una fantástica oferta para viajar de intercambio a otro país, trabajar, aprender otro idioma y conocer gentes y paisajes distintos, y comprobar que, antes de que decida, es atacado por la sociedad con una carga negativa furibunda: "¿cómo te vas a atrasar un año en tus estudios?", le dicen. ¿Atrasar con respecto a quién?, pregunto. ¿Es que estamos todos en una misma competición? ¿Qué demonios es esto, un derby?. Son pocos los que, a pesar de esas presiones, siguen adelante en sus propios proyectos, con la fuerza del salmón.

¡Qué poco solidaria es una sociedad si obliga a personas de diecisiete años a escoger a esa edad la carrera que estudiarán y a la cual se dedicarán durante los próximos treinta o cuarenta años! Pero el que decide ir más despacio o busca otras metas es mal visto, y su caso se hace presente entre habladurías y comentarios críticos.

El ser humano actual no aprende a manejar el tiempo como una herramienta. Ya no se gasta tiempo para nada. La publicidad dice que el tiempo no debe gastarse sino invertirse, ahorrarse, como un bien de consumo en época de carestía. Nos venden esta idea: “ahorra tiempo y asegura tu futuro”. Esa frase es sólo parcialmente verdadera, porque el futuro siempre es incierto; aunque podría aceptarse siempre y cuando no destruya nuestro presente y nuestra personalidad.

Esto del "ahorro de tiempo" me acuerda a esos hombres grises creados por la pluma magistral de Michael Ende en "MOMO"; seres  que fumaban el tiempo que los hombres que no usaban, ya que habían logrado que los hombres olvidaran que el tiempo es vida y que la vida reside en el corazón. 

"-¿Por qué tienen la cara tan gris? -preguntó Momo mientras seguía mirando. -Porque viven de algo muerto -contestó el maestro Hora-. Tú sabes que viven del tiempo de los hombres. Pero ese tiempo muere literalmente cuando se lo arrancan de su verdadero propietario. Porque cada hombre tiene su propio tiempo. Y sólo mientras siga siendo suyo se mantiene vivo."

Cada persona tiene su propio tiempo. Su momento de hacer las cosas. Pero la sociedad pretende clonarnos, hacernos a la medida de un solo molde impersonal: una talla única. Eso crea una verdadera cultura de dependencia a nivel social, porque nadie se atreve a hacer su propio proyecto de vida ni a disentir en opiniones y metas.

En nuestra academia, por ejemplo, la cultura de la dependencia se hace patente cuando se busca y se logra que los estudiantes dependan de textos impuestos por el Ministerio y se limiten (casi por instinto de supervivencia) a repetir respuestas "oficialmente correctas" sin opinar ni criticar. Peor aún es cuando el autor del libro es el mismo profesor. El sistema no motiva la creación de un intelecto crítico (enseñar a pensar) ni de un intelecto imaginativo (la creación artística o intelectual) porque eso pondría en peligro esa dependencia. Si alguien se atreve a educar el intelecto o la creatividad, se expone a que lo expulsen o marginen, como al señor Keating, el profesor de la “Sociedad de los poetas muertos”. Pero todos sabemos que Keating tiene la razón.

La sociedad busca cortarnos con la misma tijera a todos, y cualquier intento de forjar una personalidad propia es considerado como rebeldía. Si es así, les sugiero ser rebeldes. Ser rebelde es plantearse retos personales (no concibo de otro modo la docencia sino como una gran fábrica de retos). Es asumir el reto de tener un proyecto de vida propio que rompa la dependencia de aquello de lo que no vemos necesario depender (modas, risas, consumismo, aplausos, teléfonos celulares). El cantautor costarricense Martín Valverde canta: "Discúlpeme, pero no: no me hace falta un aplauso para sentirme bien. Sólo aquel que es inseguro necesita disfrazar en un montón de halagos su inseguridad...". Debemos discernir que hay personas y bienes por las que no vale desvivirse y otros por los cuales sí. Cada uno podrá recordar los suyos. De lo que sí estoy seguro es de lo que dice Mr. Keating: “la medicina, el derecho y los negocios son búsquedas nobles. Ellas son necesarias para sostener la vida. Pero la poesía, la belleza, el romance y el amor: esas son por las cuales permanecemos vivos”.

La sociedad suma lo que tenemos (títulos, posesiones, colores de nuestras tarjetas de crédito) y lanza un total cuyo objetivo es catalogarnos como individuos, situarnos en un escalón de la "gran escalera social", a la vez que nos motiva a subir en ella a fuerza de más títulos, más posesiones y más tarjetas de crédito. Esa es la cultura de la dependencia que atenta contra la dignidad de la persona, porque vacía nuestra vida de contenido y de personalidad, y olvida que cada ser humano tiene su tiempo: un tiempo para estudiar y otro para cerrar los libros de texto; un tiempo para acompañar a nuestros amigos enfermos y otro para acompañar a don Quijote por la manchega llanura; un tiempo para soñar y otro para contar nuestros sueños. Un tiempo para ahorrar dinero y otro para gastarlo. Y siempre, tiempo para repasar nuestra existencia, corregir el rumbo, subir la montaña, hacerse a la mar y para amar y para dar a los demás lo mejor de nosotros y para pedir su ayuda.


6 Comments:

At 26/1/13, 2:43 a.m., Anonymous Anónimo said...

que gran escrito, me inspira la realidad de estas palabras y me hace sentir mas atraída por lo incierto, muchas gracias por tomar el tiempo de escribir algo tan profundamente cierto.

 
At 21/12/13, 5:19 p.m., Anonymous Anónimo said...

me ocurre que todos mis amigos son gerentes y yo ni cerca... empece otra carrera mas tarde.. puede ser que mi tiempo sea otro..gracias por el articulo

 
At 18/9/16, 6:26 a.m., Blogger Jorge Garduño said...

Estoy completamente de acuerdo con este escrito, cada quien tiene su propio tiempo para ser y hacer lo que uno personalmente busca, pero la sociedad nos continua vendiendo un modelo a seguir, que no va con lo que nosotros queremos, y aún sabiéndolo muchos ceden a esa presión para ser uno más que vive rápidamente.

 
At 19/11/16, 5:18 p.m., Anonymous Anónimo said...

Buen escrito. Voy quedada con mi tesis. En esta lectura encontré un bálsamo contra mi frustración.

 
At 7/6/20, 5:29 p.m., Blogger ElizabethMG said...

Que escrito tan inspirador.
En mi opinión personal cada persona tiene su tiempo y su momento. No podemos nunca comparar nuestra vida con la de los demás, con eso solo generamos frustración y bloqueo.
Hay que dejar que la vida fluya, es cierto que en ocasiones las cosas no salen como esperamos, tal vez por que no era el momento indicado, o no estábamos preparados. Pero aun así la vida sigue entrenándonos y dándonos lecciones de aprendizaje cada día.

 
At 7/6/20, 5:30 p.m., Blogger ElizabethMG said...

Que escrito tan inspirador.
En mi opinión personal cada persona tiene su tiempo y su momento. No podemos nunca comparar nuestra vida con la de los demás, con eso solo generamos frustración y bloqueo.
Hay que dejar que la vida fluya, es cierto que en ocasiones las cosas no salen como esperamos, tal vez por que no era el momento indicado, o no estábamos preparados. Pero aun así la vida sigue entrenándonos y dándonos lecciones de aprendizaje cada día.

 

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