viernes, mayo 05, 2006

Palíndromos

Los
palíndromos son expresiones lingüísticas (a veces una palabra, a veges una frase e incluso varias oraciones) que se leen igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda. Así los define la RAE, la cual explica que la palabra viene del griego "palin" (otra vez, de nuevo) y "dromos" (carrera).

Hay palabras como “oso”, “reconocer” y “somos” que son palíndromos, pero de ordinario estos son frases. De niño me gustaban estos “espejos de palabras”, pero conocía muy pocos: “somos o no somos”, “se es o no se es”, “sé verlas al revés” y “dábale arroz a la zorra el abad”.

Cuando se trata de números, se les llama “capicúa” (palabra de origen catalán, cap-i-cua). Por ejemplo, el número 12321. La primera vez que leí la palabra “capicúa” fue en la revista infantil argentina Billiken, quizá cuando yo tenía unos ocho años. Recuerdo que me gustó la idea y jugaba a localizar números capicúa en cualquier parte, y, de ser posible, coleccionarlos. Por ejemplo, revisaba los números de las facturas, atisbaba las placas de los carros. Aún lo hago. Vaya manera rara de divertirse o de matar el rato, ¿no? Muy barata, por cierto.

Hace unos años expliqué a mi amiga Anayancy qué eran los palíndromos y nos dimos a la tarea de buscar algunos. Uno de los primeros que encontramos fue “amad a la dama". Mi amiga inventó una variación: “amad al ayo y a la dama”.

En noviembre pasado apareció un pequeño artículo sobre palíndromos del periodista José David Guevara, en el cual narraba que Julio Cortázar incluyó algunos en su cuento Satarsas (“Adán y raza, azar y nada” y “atar a la rata”). También citó algunos ejemplos tomados del libro Palíndromos del colombiano Juan David Giraldo: “¡Severo revés!”, “San Gil ama a malignas”, “oren en enero”, “recé: debo obedecer”, “otro paso nos aportó”, y “yo hago yoga hoy”.

Divertidas, ¿no creen?


El escritor español Juan Antonio Millán cuenta una anécdota maravillosa sobre Augusto Monterroso, (el autor guatemalteco del famoso cuento “más corto”) en su escrito "Augusto y el ladrón de palíndromas" (¡qué buen nombre para un conjunto de rock!): su primer encuentro fue en una editorial. Luego de un rato de conversación, el motivo de su visita se hizo a un lado y hablaban sobre otros temas: sus libros, libros ajenos. “Yo recordaba, cuenta Millán, que en alguna de sus obras había descubierto que le interesaban los palíndromos, que él llamaba palíndromas. Con cierta turbación (era muy joven), le dije: "Augusto: yo he escrito lo que creo que es uno de los mejores palíndromos en lengua castellana. Dice así", y respiré hondo: Anita, la gorda lagartona, no traga la droga latina.

Guardó silencio por un momento (ese lapso que se requiere para reconstruir la frase desde el final) y al cabo sonrió. "­Muy bien!", quiero recordar que dijo, "Y dígame una cosa: ¿la ha publicado usted?, ¿se la han atribuido públicamente?" Yo negué. "Ay, ay...", meneó la cabeza, "¿No sabe usted que hay ladrones de palíndromas, gente que repite las obras ajenas pretendiendo pasar por su autor?" Me recorrió un sudor frío… ni se me había pasado por la cabeza. "No", dije. Me miró: "Bueno, no se preocupe: ya lo arreglaremos". Nos despedimos, y al cabo de unas semanas me llegó un recorte del 'Excélsior' de México. Allí estaba el palíndromo, y al lado mi nombre, unidos para la posteridad. Luego nos hemos visto más veces (…). Hace poco rememoramos, divertidos, nuestra primera entrevista. "¿Y cuál sería la droga latina?", se interesó. Estábamos cenando, y yo señalé mi copa: "El vino, claro". "No", agitó la cabeza, "La literatura"…

Ya saben: si inventan alguno palíndromo, lo publican con su nombre, para evitar que les roben. Víctor Carbajo, músico madrileño, posee una colección de más de 36,000 palíndromos. Y las tiene identificadas por autor. Impresionante, ¿verdad? Su lista es accesible a través de la internet.

Bueno: leí muchos palíndromos para escribir este artículo y ciertamente me divertí a mares con ellos: algunos son ingeniosísimos. Eso me llevó a preguntarme qué niveles de ocio creador se necesitará para conseguirlos. Una pequeña muestra:

“Son robos, no sólo son sobornos”
“Yo dono rosas, oro no doy”
“Yo soy ateo, poeta yo soy”
“Señor goloso logroñés”

“Adán no cede con Eva y Yavé no cede con nada”
“Al reparar olla halló rara perla”
“Amo la pacífica paloma”
“¡Arriba la birra!”
“Es Adán, ya ve, yo soy Eva y nada sé”
“Isaac no ronca así”
“Isaías, no beses ese bonsái así”
“Nota épica: nací peatón”
“O comed sapos y sopas de moco”
“Satán sala las natas”
“¡A no dar a Maradona!”

Y uno bien largo:

Allí por la tropa portado, traído a ese paraje de maniobras, una tipa como capitán usar boina me dejara, pese a odiar toda tropa por tal ropilla” (Luis Torrent)

Para finalizar, intenté inventar uno, pero no me salió nada. 

La verdad es que nuestro idioma no cesa de sorprenderme: es complejo, elegante, muy creativo. Por eso entiendo a Juanes cuando decidió usar camisetas negras que dicen “Se habla español”.

Lástima que “palíndromo” no sea un palíndromo.