lunes, mayo 01, 2006

Cuidado con lo que dices o escribes… y con los murciélagos

En la comunicación humana debe existir un esfuerzo recíproco: tanto del que habla (intentar expresarse bien, darse a entender) como del que escucha (recibir el mensaje e intentar entender al otro). La docencia se basa en ello, pero también el diario comunicarse con los demás.

A veces en la academia, en la política, en el periodismo, no hay comunicación por culpa de “fallas de origen”. Para algunos, es complicado hablar en forma lisa, sencilla y ordenada, o como decía Iriarte, “hay quien tiene la hinchazón por mérito, y el hablar liso y llano por demérito”. Eso lo decía en un fábula muy divertida llamada “El gato, el lagarto y el grillo”, en la que el poeta abusa de hiperbólicas y estrambóticas esdrújulas para burlarse de quienes así hablan, y por cierto nos cuenta que “en esto era gran práctico y teórico un gato, pedantísimo retórico, que hablaba en un estilo tan enfático como el más estirado catedrático”.

La complejidad al hablar o escribir es común y quizá muchos actúan así con honestidad, pero hay que decirlo: al menos, es de mala educación. Otras veces resulta más bien de partir de una premisa falsa de conocimiento o de experiencia (el experto corre el peligro de pensar que los demás también lo son). En ocasiones, responde a poca autenticidad (hablo enredado para que piensen que sé mucho), bajo el amparo de la errónea creencia popular de que ese estilo retumbante es propio de gente sabia. Por más ridículo que sea, algunos aplauden “por la razón de que se quedan sin entenderle” (Iriarte). En el peor de los casos, proviene de la mala fe (hablo enredado para evitar que me entiendan). Cada uno sabrá por qué lo hace y por qué lo evita. Usar el lenguaje no es fácil, ni tampoco los signos de puntuación, que en el lenguaje oral se transforman en pausas y silencios. El idioma es como la espada, y como diría otra poeta, hay que aprender esgrima.

El humor de Les Luthiers nos regresa al profesor retórico:

-“Muchas veces mis alumnos me preguntan si la hermenéutica telúrica incaica transtrueca la peripatética anotrética de la filosofía aristotélica, por la inicuidad fáctica de los diálogos socráticos no dogmáticos. Yo siempre les respondo que no…
-¿Qué no qué?
-Que no sé.
-Perdón… ¿se puede saber alumnos de qué?...
-Basketball…”

Pero pensemos ahora en el otro lado del hilo: el que escucha. Ya sabemos que oír y escuchar no significan lo mismo, y en muchos casos, como diría una canción de Simon y Garfunkel llamada “The boxer”, “el hombre sólo escucha lo que quiere escuchar y hace caso omiso del resto”, verdad que, por evidente, no es menos importante. Por ello, en ocasiones es más que difícil darse a entender. Porque no todos escuchan de la misma manera. Y son muy pocos lo que saben escuchar como la pequeña Momo, el entrañable personaje de Michael Ende en la novela homónima, que si no han leído se las recomiendo, porque están perdiéndose de algo magnífico.

Saber hablar, saber escuchar. Pero en ambos casos, hacerlo con sencillez y, a la vez, con cuidado. Porque una palabra dicha de más… porque una palabra fuera de contexto… porque una palabra pronunciada sin respeto… porque una palabra ociosa (en mi país le dicen “paja”), puede hacer daño, puede complicar más la ya complicada vida, y en ocasiones, dejarnos en ridículo. Más vale tonto callado que tonto hablando. O como dicen mis amigos mexicanos, “calladito está más mono”.

Eso último fue lo que le pasó a una persona, según leí ayer en el diario, anécdota que me motivó a escribir este comentario. Una escritora española afirmó en una entrevista que "murciélago" es la única palabra española que contiene las cinco vocales de nuestro alfabeto. Y entonces, sucedió: alguien más versado en esgrima envió a un diario de cobertura nacional una carta abierta en la que, para ella, reflexionaba lo siguiente:

"¿Conque murciélago es la única palabra en nuestro idioma que tiene las cinco vocales? ¡Confiturera, frene la euforia! Un arquitecto escuálido llamado Aurelio (o Eulalio o Ausencio) dice que lo más auténtico es tener un abuelito que lleve un traje reticulado y siga el arquetipo de aquel viejo reumático, desahuciado y repudiado, que consiguiera en su tiempo ser esquilado por un comunicante que cometió adulterio con una encubridora cerca del estanquillo (sin usar estimulador). Señora escritora: si el peliagudo enunciado de la ecuación la deja irresoluta, olvide su menstruación y piense de modo jerárquico. No se atragante con esta perturbación, que no va con su milonguera y meticulosa educación, y repita conmigo, como diría Cantinflas: ¡Lo que es la falta de ignorancia!" (José Fernando Blanco Sánchez).

Pero el artículo da más: otro profesor estadounidense contestó, agregando otros ejemplos: nada menos que 311 palabras españolas más que contienen las cinco vocales.

Así que para hablar y comer pescado hay que tener mucho cuidado. Profesores: estén atentos: murciélago no es la única palabra con las cinco vocales.

Por cierto: a mí me gustan los murciélagos, por Batman. Las especies de murciélagos son muchas y llevan nombres fantásticos en latín: vespertilio, eptesicus, myotis, barbastella, arbiteus, tadarida, macrotus, antrozous, nycteris, molossus, corynorhinus, lasiurus… Son los nombres de las piezas musicales de la banda sonora de la película Batman Begins, compuesta por Hans Zimmer y James Newton Howard. Se ve que los músicos hicieron su tarea y la escritora española no.

Y eso me recuerda a aquel que, en una entrevista de trabajo, le preguntaron: “¿Idiomas que domina?” y respondió “ninguno”. Extrañado, el entrevistador preguntó de nuevo “¿Y el español?” A lo que el honesto desempleado contestó: “Ese es el que menos domino”.

1 Comments:

At 4/5/20, 4:31 p.m., Blogger Elizabeth Reinoso Diez said...

Extraordinario! Muy interesante. Gracias!

 

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