domingo, abril 16, 2006

La cultura debe ser accesible a todos

Parece que mi último artículo despertó algunas críticas. De verdad agradezco a cualquier persona que tome algunos minutos de su valioso tiempo para leer los comentarios que escribo en este blog, y más aún si dejan un mensaje. Y así, no me preocupa que la gente no comparta mi pensamiento, pues defiendo la libertad de opinión hasta del que piensa distinto a mí. Así debe ser la sociedad democrática y pluralista. No se puede caer bien a todos. 
No obstante, me detengo a comentar algo sobre esos comentarios. Y la razón de ello es que, lejos de argumentar contra mi ideas, me atacan directamente, usando lo que se conoce como un "argumento ad hominem", que consiste en atacar al interlocutor. De modo que creo tener derecho a una réplica.

El artículo pasado trataba acerca de valores propios de la estética. Decía que los originales de películas y de discos de música suelen ofrecer mucho más, no sólo en calidad, y que yo, en lo personal, pensaba que por eso (y también por respeto a la ley) valen más la pena que las copias ilícitas. Y por eso, soy coleccionista pero de originales.

Sin embargo, alguien entendió que, por decir eso, falto a la solidaridad con los pobres y defiendo a quienes pertenecen a los estratos más adinerados de la sociedad. El otro comentario va en el mismo sentido, pues el que escribe dice irónicamente que sólo los que pueden pagar tienen derecho a disfrutar de la belleza y que los que no tienen dinero para comprar cosas de calidad no tienen derecho a nada.

Nada de eso es cierto.  Les voy a decir por qué, sin recurrir a argumentos ad hominem.

Defiendo los derechos derivados de la propiedad intelectual (a favor de autores e intérpretes) porque conozco por experiencia propia el enorme esfuerzo que implica la creación artística, y reconozco que esta no puede ser indebidamente explotada por los demás. Sin embargo, nunca he estado de acuerdo con el lucro desmedido del arte y del conocimiento que hacen muchas personas y empresas. Las normas jurídicas que regulan la materia han intentado llegar a un "justo medio" (difícil de lograr, por lo que decía de los intereses en conflicto), otorgando una protección temporal a las invenciones y obras, y regulando aspectos como las copias de uso personal, que son generalmente lícitas. Pero ese equilibrio tampoco es perfecto, y muchas veces los conflictos no son bien resueltos.

Tanto en forma oral como por escrito he sostenido que en esta materia no es posible "juzgar" con la misma medida a los países ricos que a los países pobres. Un ejemplo puede servirme para aclarar esto: para estudiar en alguna de nuestras universidades latinoamericanas, de ordinario los jóvenes deben acudir a fotocopiar textos carísimos. Y estoy de acuerdo en que lo hagan: prefiero que se les permita hacer eso a que se les prohíba, pues prohibírselo sería una defensa draconiana de los derechos de autor que llevaría a que toda la población quedara sin instrucción superior. Nadie tiene derecho a condenar cínicamente al subdesarrollo a pueblos enteros. Por ello, defiendo la promoción de los derechos económicos, sociales y culturales, que son parte esencial de los derechos humanos.

Lo que decía en mi artículo, eso sí, era otra cosa: que las fotocopias no forman una biblioteca. La biblioteca se forma con libros. Y tristemente estos tienden a encarecerse. De modo que estoy a favor de la eliminación de impuestos a los libros, y de otras medidas con el fin de acercarlos lo más posible a todos, especialmente a quienes tienen poco dinero.

No es cierto que la cultura deba excluirse de las posibilidades de los más necesitados. ¡No es verdad! La cultura debe ser accesible a todos, y cualquier esfuerzo por lograrlo merece apoyo irrestricto. Los museos y las bibliotecas públicas la ponen al alcance de todos. Y debe impedirse que la gente inescrupulosa controle la cultura a base de la elevación de los costos, y que lucre indebidamente con ella. Pero, eso sí, reafirmo que en un museo no se cuelga una fotocopia de un Rembrant.

No soy juez de nadie. No juzgo si alguien "quema" una película o un CD para su uso personal. Yo no lo haría. Y no es cierto que piense eso porque sea elitista con poder económico para comprar lo que quiera. En eso consiste el argumento ad hominem de los comentarios: un ataque personal, que me juzga como persona. Pues me defiendo diciendo lo siguiente: vengo de una familia de clase media baja, en la cual una madre responsable, maestra de una escuela pública pobre, nos abrió desde niños el gusto por el conocimiento y el arte con recursos casi inexistentes. Estudié en un colegio público y con beca en la universidad pública. Hay cosas que son demasiado caras para mi limitado presupuesto, y lo lamento. Pero como dije, no estoy dispuesto a comprar ni a alquilar copias, ni a enriquecer a los que las venden o alquilan. Una cosa es copiar algo para uso personal (la ley prevé ese caso) y otra es lucrar indebidamente con lo que otros han hecho, ofreciendo productos "similares" de baja calidad a bajo precio, lo cual es delito. Si alguien quiere hacerlo, pues que lo haga. Yo no lo haré.

Hay mucha confusión en esta sociedad. Alabar los beneficios que contienen los DVD originales no significa despreciar a los ciudadanos y familias más necesitadas. Nada es más erróneo. Nada me hará malgastar mi poco dinero en una copia barata y mala, pero inferir de ahí que, entonces, estoy condenando a la ignorancia y negando la cultura a los que menos tienen, es un sinsentido ilógico. La cultura no debe ser un lujo. La lucha contra la pobreza implica acciones positivas tendientes a la igualdad de oportunidades para todos. Vale la pena que lean el Protocolo de San Salvador de la OEA, sobre los derechos económicos, sociales y culturales, que es ley en Costa Rica, y con el cual estoy completamente de acuerdo.

Y una última cosa: no soy de esa "highclass" de la que me burlaba en el artículo anterior: gente tan pobre que no tiene más que dinero, como dice Sabina. Gente que no ve lo que valen las cosas, sino lo que cuestan (no hay que confundir valor y precio, dice Serrat). No señor. No soy del jet set de la ignorancia. Con lo poco que ahorro, eso sí, procuro comprar algo bueno, aunque deba restringirme un poco, y eso no es ningún pecado. De todos modos, sé que lo más importante sigue siendo gratis. Como el respeto al otro, la sonrisa, el afecto y la caridad.