viernes, junio 01, 2007

Esa manía de cambiar los títulos de las películas

Social y jurídicamente se reconoce que una película es una obra intelectual protegida por los derechos de autor y de gran impacto cultural. Las películas son obras en las que participan muchas personas: actores, guionista, director, editor, compositor, diseñadores de vestuario y técnicos. Basta con quedarse al final para ver la casi interminable lista de nombres de los que contribuyeron con su ingenio, creatividad y destrezas en su realización de la obra artística. Un verdadero ejército, bajo el mando del director.

Considerar la obra cinematográfica de esta manera puede llevar a muchas reflexiones. Entre ellas, siempre he pensado que lo que hace la censura, cuando corta escenas de las películas para autorizar su proyección, además de ser una falta de respeto para el público atenta contra la integridad de la obra, que es uno de los llamados “derechos morales de autor”, lo que implica que, para hacerlo, los Torquemadas de turno deberían contar necesariamente con autorización del titular de la obra: el director. Pero ese es un tema aparte.

En una película todo comienza con un guion, que es una obra cultural independiente, también protegida. El escritor es el gran artífice porque su guion es la base de la producción. A veces, basado en material previamente publicado (como cuando adapta un libro); otras veces, completamente original. A veces, muy elástico, dejando gran libertad al director; otras veces, muy pétreo o detallado. Y como todo autor, el guionista ha escogido para su guion un nombre adecuado.

Un nombre que, como todo lo que se traduce, sufre un poco al ser traducido. El problema es que muchas veces impunemente, se cambia, transforma o convierte en algo ridículo.

Así que voy a hablar sobre dos actividades: traducir las películas y modificar sus nombres.

Autorizar la traducción también es parte de los derechos del autor. Y en un mundo cada vez más “englobado” (para no usar la palabra usual), es más que oportuno que las obras se traduzcan: así llegan a más personas. Eso sí: en el caso de las películas, a mi juicio la única “traducción” digna es el uso de subtítulos. Porque el sonido original es esencial. Porque los actores también actúan con su voz. Si las voces se doblan, no siempre se obtiene el mismo resultado, por buenas que sean (hay que reconocer el valor profesional de los actores de doblaje). A veces no queda otra, como por ejemplo en las películas para niños o en las animadas. Pero esa es otra historia.

Basta con observar una película por TV para darse cuenta que de ordinario el doblaje hace perder mucho de la calidad de la cinta. Ben-Hur es un buen ejemplo. El sonido original es extraordinario. La voz de Heston es imponente, y todo a su alrededor. Pero la versión doblada al español que pasaban por la TV era menos que pésima. Tanto así que tuvieron que hacer un nuevo doblaje; el que proyectaron hace pocos meses es bastante mejor.

A mi juicio, y con el debido respeto, lo más adecuado para el cine es conservar el idioma original y poner subtítulos. Mel Gibson ha filmado en arameo y maya, y ha prohibido que sus películas se doblen. Y Eastwood acaba de filmar en japonés. 

En Latinoamérica estamos acostumbrados a los subtítulos. Tanto, que casi todos los DVDs producidos en los EEUU vienen ahora subtitulados en español. En cambio, los norteamericanos aún no se acostumbran. Hace poco leí a un señor que afirmó que “El Laberinto del fauno” era una buena película pero que su gran defecto era que no estaba en inglés. Qué mentalidad. Imagino que ese sujeto compraría la Novena Sinfonía de Beethoven sólo si la Oda a la Alegría del Cuarto movimiento está en inglés. Como diría Manolito (el amigo de Mafalda), “de todo hay en este supermercado de Dios”.

En cambio, en otras zonas del mundo presentan las películas dobladas, incluso por mandato de ley. Sin comentarios.

Por fin, hablemos sobre la manía (muy difundida) de “traducir” el nombre de las películas cuando se presentan en un país o región con un idioma distinto del de su origen. Aunque suena lógico, eso implica en ciertas ocasiones alguna dificultad, porque hay frases y expresiones difíciles de traducir. Muchas veces hay que aproximarse hasta donde sea posible, porque no siempre se logran expresiones equivalentes, o las que lo son carecen de atractivo artístico. Hay casos en que la excesiva literalidad desconcierta. Así, justifico plenamente que “Jaws” se haya traducido como “Tiburón” y no como “Mandíbulas”, y que “Heat” se conozca en español como “Fuego contra fuego”, no como “Calor”.

Pero a veces la traducción de los títulos es pésima. En el peor de los casos, simplemente les cambian el nombre y la película parece completamente otra. En alguna parte del mundo “Forrest Gump” se proyecto como “El narrador de historias”, "Rosemary’s Baby" se convirtió en “La semilla del diablo; “Sons of a lesser god” fue “Te amaré en silencio” y “A room with a view” terminó en “Un amor en Florencia”. ¿De dónde sacaron eso? Es como si a “The Birds” (Hitchcock) la llamáramos “Invasión asesina", o algo así.

Gracias a un blog sobre cine conocí los siguientes ejemplos de títulos de películas recientes:

"The Shawshank Redemption” se llamó “Cadena perpetua” en España y en Costa Rica “Sueños de fuga”.
“Freedom Writers” se convirtió en España en “Diarios de la calle”.
“The hills have eyes II” cambió a “El retorno de los malditos II” (en Costa Rica, “El despertar del diablo 2”).
“Fur: An Imaginary Portrait of Diane Arbus” la llamaron “Retrato de una obsesión”, poco original, por cierto, muy semejante a “Diario de una pasión”, y a otras.
“Music and Lyrics” se llamó “Tú la letra, yo la música” (no está mal, pero ¿qué les costaba llamarla simplemente “Música y letras”?
“Home of the Brave” (que es una frase del himno de los Estados Unidos) se tradujo en Latinoamérica como "Regreso al infierno” (¿Habrá sido a propósito?)
“The prestige” se llamó “El truco final (El prestigio)”. En Costa Rica, “El gran truco”
“Flushed Away" se convirtió en España en “Ratónpolis”, y en Costa Rica, “Lo que el agua se llevó”
“The sentinel” transmutó a “La sombra de la sospecha”.

Curiosamente, algunas veces unos lo hacen bien y otros fallan: “The holiday” (Las vacaciones) se conoció en Costa Rica como “El descanso”, y “Flags of our fathers”, la película de Eastwood sobre Iwo Jima, en España se llamó “Banderas de nuestros padres” (como Dios manda), mientras que nosotros la vimos como “La conquista del honor”. No es un mal título, pero no es el correcto. 

También los estadounidenses caen en lo mismo. “El laberinto del fauno” se convirtió en USA en “El laberinto de Pan” (Pan’s Labyrinth). Todos sabemos que Pan es un fauno, pero la historia no es sobre Pan.

Leí por ahí que hace algunos meses se analizaron algunos aspectos curiosos en torno a la traducción de los títulos de películas. Por ejemplo, se indicó que “Someone flew over the cuckoo's nest”, traducida en España como “Alquien voló sobre el nido del cucú” y en Latinoamérica  como “Atrapado sin salida”, parte de un error de traducción, pues -dicen- "a Cuckoo's nest" en inglés quiere decir más o menos "jaula de locos" (un manicomio). No sé si será cierto, pero se trata sin duda de un caso difícil.

Arias Carrión se lamenta porque la mayoría de los títulos en español contiene un núcleo bastante cerrado de palabras “clave” que se repiten y que no hacen más que empobrecer el vocabulario. Si vamos a ver un thriller, se repetirán, con pequeñas variaciones, las palabras “desafío”, “salvaje”, “final”, “último”, “límite”, “peligro”, “riesgo”, “extremo” y “máximo”. En una comedia romántica, las palabras “dos” y “amor”. En una de terror, “muertos”, “resurrección”, “exorcismo”, “última”, “profecía”, “zombi”, “diablo”. Todo por acercar al público al cine o al videoclub. 

Reitero que posiblemente los expertos en mercadeo quizá consideren que la traducción más exacta de algún título no sea buena para la publicidad del filme o para atraer a la audiencia. Bien. Pero deberían tener más cuidado de no poner a las películas títulos ridículos o que cambien completamente su presentación o personalidad. Porque es como si a una persona que conocemos le cambiáramos de nombre solo porque… bueno… no sé por qué.

Actualización 20 octubre 2012: esta entrada (publicada hace más de cinco años) contenía una información que, según me informó un lector, era inexacta o errónea, sobre la versión que se proyectó en España de la película Lady Hawk (Richard Donner, 1985) y el nombre de sus personajes en esa versión. La vi  en inglés y subtitulada, en el viejo formato de VHS, y que lo que relaté fue una anécdota, lo que Antonio, joven madrileño que estudió en mi país hace años, me narró a finales de los ochenta, mientras la veíamos, tal como recuerdo que él lo dijo. Recientemente ese lector me indicó que eso no era cierto, y que, por lo tanto, cometí un error al reproducir sus palabras, y una injusticia, con lo cual pude haber lesionado o insultado a los eventuales lectores españoles de este blog. Viniendo el comentario de parte de un español conocedor de esa buena película, le creo. Y por ello, hace unos días eliminé ese párrafo para que mi blog no contuviera información errónea y evitar que otras personas creyeran que estaba hablando mal del pueblo español. Pero ahora se me solicita aclarar más las cosas, pues a su juicio no basta con eliminar el párrafo. 
Es bueno no ocultar los errores y defectos, sino ser transparente y humilde. Reconozco mi ligereza al escribir este artículo hace cinco años por mi imprudencia de no cerciorarme de si lo que me había dicho Antonio en 1988 era cierto o no. No deseo que se piense que estoy insultando a algún pueblo o grupo de personas. Jamás esa ha sido mi intención. Espero que esta explicación y disculpa sea satisfactoria. 
Lo que sí lamento es que las aclaraciones las haya recibido entre insultos, pues quien se tomó el tiempo en escribirme en varias ocasiones me llamó racista, cobarde y otros adjetivos que considero irrespetuosos. Nada de eso era necesario: si dije algo erróneo o inexacto, no temo en reconocer el error y corregirlo. Si en su momento me limité a eliminar ese párrafo, fue porque pensé que con eso se corregía la información equivocada del blog y que eso bastaba. Por lo visto, no fue suficiente. Y por eso esta aclaración más detallada. Aclaro que no publiqué los comentarios, pero no por ser negativos, sino por ser insultantes. En resumen: me llamaron cobarde por borrar un párrafo erróneo de un texto que escribí hace cinco años sin aclarar por qué lo hice. Hoy explico. Y me calificaron de mentiroso y racista por contar algo que un compañero de nacionalidad española dijo y que resultó incorrecto. Hoy explico, aclaro y ofrezco disculpas si alguien se ofendió con eso.