martes, abril 17, 2007

Esos oficios a los que no me dedicare... ¡lo juro!

En la biografía de una persona se narra, de ordinario, lo que hizo. Sin embargo, yo siempre he creído que para entender a alguien también es importante conocer qué cosas no hizo (y que hubiera querido hacer), porque esas lo definen igualmente. Somos seres complejos, con ideas, deseos, triunfos y metas; pero también con miedos, fobias, fracasos, frustraciones y materias pendientes. Por ejemplo, a un servidor lo definen tanto sus estudios de derecho como el haber estúpidamente abandonado el programa sinfónico juvenil a los 12 o 13 años de edad, por pereza. Algo de lo cual me arrepiento todos los días, hasta hoy.

(Un paréntesis: creo que otra cosa que define a las personas son los libros que ha leído, pero hablaremos sobre libros otro día).

Pensando en eso, mientras veía un rato la TV, se me ocurrió la peregrina idea de elucubrar un poco sobre los oficios a los cuales nunca me dedicaría ni estando loco. Me explico: no me refiero a algo que no haría porque no pueda (sé que no puedo ser jugador de rugby o cantante de ópera) ni porque sea algo ilegal o peligroso, sino porque... bueno, porque hay cosas que uno no haría ni por mucha plata (mientras que otras uno las hace hasta gratis, como -en mi caso- la docencia o tocar la guitarra)

Entre los oficios a los cuales no me dedicaría está, por ejemplo, el de reportero de modas y pasarelas. Les juro que no entiendo para nada a esa gente que va a ver esos desfiles organizados por un diseñador “famoso”, en que las modelos caminan en una tarima con cara de terminator y al final, no importa qué haya sucedido, sale el diseñador y todos aplauden su colección de la temporada, y dicen (siempre lo dicen) que estuvo fabuloso. Así lo vi en la TV. No entiendo nada pero nada de eso. Me parece además bastante aburrido y poco natural. (A lo mejor alguien me lo explica algún día, pero estoy seguro que ni así iría). Saldría corriendo, como en "Devil wears Prada".

Creo que tampoco sería árbitro de fútbol, al menos en Latinoamérica, porque a las mamás de los árbitros siempre les va bastante mal. Tampoco me gustaría ser controlador aéreo: demasiado stress para mi gusto. Ni corredor de bolsa en Wall Street (tampoco lo sería en mi país), porque moriría de asfixia o de aburrimiento. Y así, estoy seguro que habrá otros oficios que definitivamente no son para mí, pero ya habrá oportunidad de pensar en ellos.

Viene a mi memoria, inexorablemente, la letra de aquella canción tan fabulosa de Joaquín Sabina en la que nos dice que, de todas las vidas que nunca tendrá (que, por cierto, son muchas), cuál preferiría si le dieran a elegir: la del pirata cojo...

"No soy un fulano con la lágrima fácil de esos que se quejan sólo por vicio,
si la vida se deja yo la meto mano, si no, aún me excita mi oficio.
Y como además sale gratis soñar y no creo en la reencarnación,
con un poco de imaginación partiré de viaje enseguida
a vivir otras vidas, a probarme otros nombres,
a colarme en el traje y la piel de todos los tipos que nunca seré:
Al Capone en Chicago, legionario en Melilla, pintor en Montparnase,
mercader en Damasco, costalero en Sevilla, negro en Nueva Orleáns,
viejo verde en Sodoma, deportado en Siberia, sultán en un harén,
policía ni en broma, triunfador de la feria, gitanito en Jerez,
tahúr en Montecarlo, cigarrillo en tu boca, taxista en Nueva York,
el más chulo del barrio y tiro porque me toca, suspenso en religión,
confesor de la reina, banderillero en Cádiz, tabernero en Dublín,
comunista en las Vegas, ahogado en el Titanic, flautista en Hamelín,
billarista a tres bandas, insumiso en el cielo, dueño de un cabaret,
arañazo en tu espalda, tenor en Rigoletto, pianista de un burdel,
bongosero en La Habana, cazador en Venecia, anciano en Shangai-La
polizón en tu cama, vocalista de orquesta, mejor tiempo en Lemans,
cronista de sucesos, detective en apuros, conservado en alcohol,
violador en tus sueños, suicida en el viaducto, guapo en un culebrón,
morfinómano en China, desertor en la guerra, boxeador en Detroit,
cazador en la India, marinero en Marsella, fotógrafo en Play Boy.
Pero si me dan a elegir entre todas las vidas yo escojo
la del pirata cojo con pata de palo, con parche en el ojo, con cara de malo,
el viejo truhán, capitán de un barco que tuviera por bandera
un par de tibias y una calavera".

Por cierto: una canción que Sabina escribió a su hija para bajarle la fiebre, según él mismo cuenta en su libro “Con buena letra”.