viernes, octubre 19, 2007

Enseñar conocimientos significativos

Mis buenos amigos Luis Omar y Carlos me llevaron a conocer un lugar sorprendente en el Centro Histórico de México DF, aprovechando mi visita a ese bello país: el Museo Interactivo de Economía (MIDE) del Banco de México. Estuve allí esta semana, y esa visita me permitió no sólo aprender mucho de economía sino, además, recordar algunos temas importantes de pedagogía.

El Mide se ubica en un inmueble maravilloso que data del siglo XVIII y que fue un convento. Sólo el proyecto de su restauración es algo digno de admirar, y la historia de su adquisición, desalojo y toma de posesión –esa me la contó mi amigo Francisco, maestro entre juristas– es muy entretenida. Pero no voy a detallar estos temas, porque no es el momento. Lo cierto es que el Banco compró el viejo edificio, lo rescato y lo iba a destinar a oficinas, pero al darse cuenta del enorme valor cultural que tenía decidió dedicarlo a algo más y con la colaboración del sector financiero privado, ponerlo al servicio de la sociedad, consagrándolo a un ambicioso proyecto educativo. Y luego de muchos años de trabajo el MIDE abrió las puertas hace pocos meses.

Carlos me decía –y con toda razón– que la gran mayoría de los bancos centrales del mundo lo que tienen es un museo numismático, es decir, de monedas y billetes. Conozco varios, y de verdad son grandiosos. Por ejemplo, el del Banco Central de la Republica Dominicana. En Costa Rica, el Banco Central también tiene uno, pero además, ostenta un Museo de Oro con piezas arqueológicas costarricenses valiosísimas, ubicado en los bajos de la Plaza de la Cultura, que es, sin duda, uno de los lugares mas bellos de San José, y que lastimosamente pocos conocen o disfrutan.

El MIDE, en cambio, es un museo de ciencias económicas, interactivo, diseñado con tecnología de punta y técnicas museográficas modernas y originales (por ejemplo, el recorrido empieza en el tercer piso, y se va avanzando mientras se baja, hasta la salida). El proyecto supera con mucho –en verdad, en verdad os digo– cualquier otro museo de banca central que yo haya visitado. Quizá lo más parecido que conozco es el Museo de los Niños en San José, que también está ubicado en un inmueble histórico –no precisamente en un convento, sino en una antigua prisión infrahumana—, a favor del cual dejé algunos de mis mejores esfuerzos (allí trabaje hace 13 años) y que también es un proyecto educativo muy ambicioso, hecho con cariño y originalidad. Como el MIDE.

Pero el MIDE es único en su género: un museo de ciencias económicas. Cualquiera de los lectores podría ahora cuestionarse: ¿es esto posible? ¿Y qué exponen en un museo así?, ¿modelos econométricos? ¿ecuaciones? ¿estadísticas? ¿índices? ¿el himno al PIB? Pues nada de eso.

El MIDE comienza con una parte numismática, pero esta no sólo permite apreciar una colección –por lo demás magnifica– de monedas y billetes, sino que explica cómo se hacen estos, te permite analizarlos gracias a imágenes digitales hiper-amplificadas en pantallas sensibles al tacto, para que descubras todos sus secretos; y verlos a diferentes luces, para que descubras más secretos; y hasta fabricar tu propio billete, con tu foto a color que luego puedes imprimir, pagando la impresión (Luis no dejó que me fuera sin ese billete).

Después, comienza lo asombroso: la parte de economía. El primer paso, la escasez: los productos son escasos y las necesidades humanas muchísimas. Y el visitante escucha las voces de muchas personas, gente corriente, como él, con diversas necesidades; luego, el "costo de oportunidad", para que el visitante aprenda que elegir es renunciar, y que cada vez que elige hacer –o comprar– algo, ha dejado otras cosas en el camino. Esto se hace mediante la construcción interactiva de una historia. Sólo aprender esto es ya una lección de vida. Luego, en una sala de video, se analiza lo que implica la vida en sociedad, y se pasa a la producción y a hablar de insumos, de materias primas y de procesos productivos, y de cómo se fabrican muchas cosas familiares; y de ahí al dinero y las vueltas que éste da (será por eso que las monedas son redondas, para que rueden). Hay un simulador de mercados (por el cual el Museo ganó un premio internacional) mediante el cual los visitantes, usando PDAs especiales, aprenden a comprar y vender productos como si estuvieran en una bolsa. Algo impresionante. Y luego, un análisis sobre la inflación y un panel con datos históricos detalladísimos de México, y hasta una máquina con la cual puedes calcular la inflación de su billetera; y un detalle de a cuáles cosas dedica el gobierno el dinero; y entonces, puedes ser gobernante de un pequeño país o ciudad y ver como repartes el presupuesto ante ciertas necesidades, tomando decisiones para ver qué sucede en el tiempo, al estilo de un “SIMCITY”; y luego, las tareas del Banco de México –que es banco central, aunque no se llame así-, y lo que hacen los otros intermediarios financieros y una billetera gigante para que jueguen los mas pequeños (de 3 a 87 años.); y luego, los índices de desarrollo, comparando países del mundo por más de cuatro décadas. En todas las áreas puedes pasar tu boleto por un lector de barras y con ello toda la información de esa sala se remite a la salida, donde la puedes imprimir o pedir que te la manden por email. Y mejor no sigo. Como les dije, nunca he visto nada igual.

Entre sus múltiples logros, quizás el más importante es enseñar a todos sus visitantes que la economía es algo cercano, no cosa de académicos enfrascados en teorías y discusiones babilónicas abstractas; que no se limita a supuestos o modelos, sino que es algo relevante para todos. Porque todo lo que han visto es relevante, no en términos genéricos, sino muy concretos: relevante para mí, para mi familia, para mi bolsillo. Temas como el de la escasez o el de costo de oportunidad tienen una relevancia vital, casi biográfica, como ya dije.

Esta visión es esencial y, a mi juicio, debería encausar todo proyecto educativo: enseñar conocimientos significativos.

La primera vez que leí sobre esto fue en la tesis de licenciatura en educación de mi hermano (¡vaya si lo explicó bien!). ¿Esto qué significa? Pues, para decirlo en pocas palabras, cito a Manolito –el amigo de Mafalda-, cuando pregunta: “¿De qué diablos le sirve a uno saber que el Everest es navegable?”

A grandes y chicos hay que enseñar muchas cosas, pero sobre todo aquellas que significan algo en sus vidas, que pueden hacer la diferencia entre una vida digna y una vida desgraciada. Mi experiencia docente (actualmente casi oxidada) me dijo siempre que nadie aprende algo sin motivación, aunque algunos maestros prefieran basarse en el miedo. Y la mejor motivación (aparte del genuino interés y la pasión) es la necesidad, es que consideremos algo como importante para nuestra vida real, para ESTA vida. Y de allí, se salta hacia las ideas creativas, y hacia la docencia.

En cambio, nuestro sistema educativo privilegia otras cosas: los conocimientos inútiles, los datos inconexos, la memoria como sinónimo de inteligencia, y las ideas oficialmente correctas, recogidas en “textos sagrados” y publicadas por editoriales hagiográficas infalibles. Que asco.

Pero volviendo a nuestro tema, el MIDE, quiero decir que el otro principio educativo que defiendo es que, para mí, la forma más fácil de aprender algo es mediante el juego, o en su caso, a través del buen humor y la alegría. Y en eso también el MIDE del Banco de México es un paradigma, cuya luz –espero– se proyecte a todo el pueblo mexicano y cuyo ejemplo trascienda fronteras.

Gracias Luis Omar, Carlos y Francisco. Por hacer de México mi hogar, una vez más, por unos cuantos días.