domingo, marzo 19, 2006

La Marcha de los Pingüinos

Acabo de ver "La marcha de los pingüinos", película ganadora del Oscar  como mejor documental del año, y las únicas palabras que recurren a mi mente son "asombroso" y "conmovedor".

Sabía que me iba a enfrentar a algo excelente (el Ministerio de Cultura de mi país declaró su exhibición "de interés cultural") pero aún así quedé asombrado. Y de inmediato fui a la tienda de video y la compré.

Mientras escribo esto no estoy en mi país sino en una nación hermana, aquí en Centroamérica. Y me hizo gracia que en la boletería del cine había un rótulo que decía "La marca de los pingüinos es un documental". No es mala idea, para que nadie se llamase a engaño. 

Pero faltaba algo: el rótulo debía de decir "es un documental y es lo mejor que estamos exhibiendo hoy". Así, nadie hubiera malgastado su dinero viendo "Más barato por docena 2", o "Mi abuela es un peligro 2", o "Bambi 2". Sin embargo, estoy seguro que, mientras nuestra sala estaba casi vacía (unas doce personas), esas otras posiblemente estaban llenas. ¡Qué se va a hacer!

La filmación es espectacular. La narración visual es soberbia. La narración es casi poética. Y con el pasar de los minutos, uno no puede creer lo que está viendo. Y comienza a recibir con agradecimiento una verdadera lección de lo que es la vida. No exenta de marchas, de amor, de frío, de sufrimiento, de muerte (incluso de los jóvenes), de esfuerzos que se los lleva el viento, y del enorme peso de preservar la especie y la tradición de los ancestros: nacer y morir.

Luego, mientras tomaba un café, me pregunté si los pingüinos tendrán poesía, literatura y mitología. No les falta nada de materia prima.

Recordé que en la entrega de los Óscares, los franceses responsables de esta maravilla, y que ganaron, llevaban unos grandes pingüinos de peluche. Y los abrazaban con cariño. Una película hecha con cariño. Eso. Y el mensaje del pingüino emperador nunca ha sido tan atentamente escuchado.

No dejen de verla.