Copias, originales y coleccionistas

Libros, discos, películas, juegos de software... nada se salva. Basta caminar por las calles estrechas de cualquiera de nuestras ciudades para encontrar de todo, pero "pirata": desde la última película (que aún ni se exhibe en nuestros cines) hasta supuestas compilaciones de "las canciones del verano", que no son otra cosa que copias baratas música de desechable que vale menos que el CD en el cual fueron copiadas. Aunque el fenómeno no sólo se encuentra en las mantas negras sobre las calles, sino hasta en nuestros centros comerciales más exclusivos y en las cadenas de tiendas de alquiler de video, y se extiende a otros ámbitos, como la ropa y las medicinas.
No voy a comentar esas actividades. Son delictivas, y punto. Lo que sí quiero decir es que, para un coleccionista, las copias no poseen valor alguno. En la calle venden una copia de cualquier película por tres dólares. ¿Pero qué se obtiene a cambio? Una pésima copia de la imagen y sonido, a veces con la silueta de los que estaban en el cine (te venden una copia grabada de la proyección). No me interesa.
El coleccionista valora el original porque tiene muchas cosas más que ofrecer. Una imagen nítida, sonido digital... el valor agregado del original: una caja maravillosa, que a veces contiene un disco extra de documentales, entrevistas, escenas eliminadas y otras cosas valiosísimas para un cinéfilo. Y muchas otras sorpresas, un folleto igual al que se entregó durante el estreno, un folleto de la filmación, litografías de posters originales de la película en varios idiomas, un disco con la música de la película, un comic a color. Y siempre, ese magnífico olor a nuevo cuando uno abre el plástico en el que vienen envueltos. Y en la música, lo mismo: tarjetas coleccionables, portadas en tercera dimensión o DVD de regalo.
¿Cambiarían todo eso por un CD quemado en el que en letra a mano, escrita en su carátula con un marcador indeleble, se lea el nombre del grupo que compuso las canciones que se piratearon, copiándolas sin permiso y -peor aún- lucrando con ello? ¿O por un DVD quemado (se reconocen porque en lugar de ser color plateado -como un espejo- son de color lila) con una calcomanía fotocopiada a colores como portada, y una caja con portada fotocopiada que ni siquiera se logra leer? Los CD y DVD pirateados tienen pésima calidad y no se pueden guardar con cariño (además de que su comercialización es delito). Les sucede como a las fotocopias: nunca han tenido lugar en una biblioteca. La biblioteca es para libros. Y tampoco entiendo a los que ven el disco y de inmediato dicen "prestámelo para copiarlo".
Hace muchos años estaba en un video. Llegó una señora, devolvió al menos 10 películas (en formato VHS) y comenzó a escoger entre los estrenos. "¿Y esta de qué trata?", preguntaba a la pobre chica que atendía. Pero en una ocasión, le dijeron: "Señora, esa la acaba de devolver". Triste cosa no acordarse de las películas que ya viste. Pero ver una película (y saber de qué trata, o cómo termina) no es lo único interesante: lo interesante es disfrutarla, una y varias veces, como el sabor del helado que me gusta. Las copias pirata, en el mejor de los casos, te permiten sólo verla. En el peor de los casos ves las cabezas de los que fueron al cine, y escuchas su tos y sus risas.
Y por esas razones de estética, y por muchas otras razones más, incluyendo la ley penal, estoy a favor de los originales y en contra de las copias ilícitas.
Nadie enmarca una fotocopia de un Rembrant ni la cuelga en su sala.
(editado en octubre de 2012 para corregir imprecisiones que me hicieron ver los comentarios)
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home