lunes, agosto 31, 2015

Hacia el centro de la Tierra

Corría el año 1978. Por sugerencia de mi hermano, compré en la vieja Librería Universal de la Avenida Central de mi ciudad un LP.

Pausa.

Para los que no saben qué es un LP, la expresión es la sigla de ¨long play¨ (larga duración) y se refiere a un disco de acetato o vinilo de 12 pulgadas de diámetro, grabado por ambas caras (lados A y B) que se toca a 33 y 1/3 revoluciones por minuto. Sí, en un tocadiscos de esos que tienen aguja. Sí, eso era lo que usábamos para escuchar música. Música analógica. Mucho antes de la era digital. 

Los LP y sus hermanos pequeños, los discos de 45 RPM, convivieron un tiempo con los cassettes pero fueron desplazados del mercado por los CD. Nadie los quería, las compraventas se vieron abarrotadas de acetatos, los usaron para hacer artesanías, y se convirtieron en una antigüedad; pero curiosamente, como en un movimiento de péndulo, la cosa se está revirtiendo y ahora vemos cada vez más LP en las tiendas de música. Nuevos, recién grabados, con coleccionables, aprovechando su gran tamaño. Una maravilla. Y las radios se jactan cuando ponen al aire ¨música en acetato¨, mientras en los 90's se jactaban de tenerlo todo "en digital". Así que se cumple una vez más la frase del célebre filósofo que dijo: "La vida es una tómbola". 

Fin de la pausa. Play...

Era 1978, decía, y compré por sugerencia de mi hermano un LP. No hacía mucho había comenzado mi pequeña colección de discos. Era un álbum de un compositor y tecladista británico llamado Rick Wakeman, quien hacía poco había abandonado la formación de YES, una de las bandas de rock más famosas. Su segundo álbum en solitario, grabado en vivo el 18 de enero de 1974, con su grupo, con la Orquesta Sinfónica de Londres y con el Coro de Cámara inglés. Una obra de rock sinfónico basada en la novela de Julio Verne, con narración, música instrumental y canciones. Su nombre: "Viaje al centro de la tierra" (Journey to the centre of the Earth).

Nueva pausa:

La novela de Verne me era familiar. La leí de niño y me pareció fabulosa. Aunque no logro precisar si lo hice antes o simultáneamente a la compra del LP. La memoria de largo plazo me está fallando.

Fin de la segunda pausa. Play…

A pesar de ser un niño aún me asombró lo que escuché. La música sinfónica no era desconocida para mí, de nuevo gracias a mi hermano. Él comenzó a comprar música de esa que la gente llama "clásica" unos años antes. Gracias a él conocí a Chopin, Beethoven, Bach y Mozart. Pero yo prefería el rock. Así que conocer esa curiosa mezcla (rock sinfónico inglés) fue asombroso. Los dos temas principales me parecieron majestuosos. Los vientos y cuerdas de la orquesta sonando junto con los sintetizadores de Wakeman y el coro. Tantas veces lo escuché que lo aprendí de memoria, compás por compás. Otros discos de Wakeman llegaron a casa: "The six wifes of Henry VIII", "The myths and legends of King Arthur and the knights of the Round Table" y "White Rock". Pero transportarse con la imaginación a ese teatro para viajar al centro de la tierra junto a los teclados de Wakeman fue irrepetible.

Los años pasaron, el viejo LP se perdió (lo dejé olvidado en algún cajón ajeno, que creí mío) y hace varias décadas conseguí una versión en CD, comprobando nuevamente al oírlo que lo recordaba compás por compás. Salvo las letras de la canciones: eran difíciles de entender (por la pronunciación británica).

Nueva pausa:

La vida me permitió conocer a Rick Wakeman. Vino a Costa Rica en el 2000 y se presentó en el Teatro Nacional, junto con su hijo Adam y su conjunto. Lo tuve muy cerca y fue asombroso. Bastante mayor ya, usa siempre una capa dorada como un mago Merlín, mientras ejecuta los teclados. La segunda vez que Wakeman vino al país no pude ir a verlo, y dicen que fue increíble, pero eso lo contaré otro día.

Fin de esta nueva y tremendamente inoportuna pausa. Play…

Como todas las cosas que tuve de niño me siguen gustando y son muy significativas para mi, porque -entre otras cosas- dan cuenta de mi infancia y me traen memorias de la casa de mis padres, al encontrar hace pocos días en una de tienda de música un LP del "Journey", lo compré. Aunque tenía otra portada, supuse que se trataba de una nueva edición de aquel viejo concierto que ya tenía en CD, pero qué más daba. Era un LP y eso era lo importante. Me considero fan de la música analógica y un tocadiscos (o tornamesa, como quieran) había llegado a mi sala de estar, junto con algunos LP nuevos, como Dark side of the moon; y he recuperando ocasionalmente ese rito de "sentarse a escuchar música" (pero eso lo contaré otro día). Basta de divagaciones.

Abrí el nuevo LP para descubrir que se trataba de un álbum doble, pero… qué raro; recordaba que la obra duraba cosa de 35 minutos, y eso cabe en los dos lados de un LP. La aguja cayó sobre el primer surco del lado A de primer disco y comencé a escuchar algo nuevo: una grabación de estudio. Y de inmediato, leí el enorme folleto que venía en el LP, y lo que descubrí me llenó de asombro y alegría.

Resulta que allá por 1973, luego de componer su obra, Wakeman no tuvo dinero para una grabación en estudio, de modo que optó por una grabación en vivo, en uno de los dos conciertos en enero del 74. Pero una serie de eventos desafortunados se juntaron en esa grabación: debido a problemas técnicos no todo se grabó satisfactoriamente y el proceso de edición fue una pesadilla. Además, no se podía publicar en el LP todo el material, de más 50 minutos, por lo que la obra quedó reducida a 36 minutos. Esa fue la que todos conocimos. Para colmo de males, las partituras originales se extraviaron (vaya tragedia) y no había copias. La obra se perdió completamente, lo cual impidió que se volviera a ejecutar, pese a las solicitudes del público. Así, durante décadas, la versión truncada grabada en 1974 fue la única. A pesar de eso, Wakeman y su grupo ejecutaban partes de la obra en sus conciertos.

Pero la década pasada ocurrió algo asombroso: una partitura original del director de la orquesta apareció, deteriorada por el agua y en pésimo estado. Trabajaron en ella intensamente durante años y, luego de una labor de titanes, la recobraron en su totalidad. Y así, la vida regaló a Wakeman una nueva oportunidad de presentar su obra original, de 57 minutos de duración. Una obra jamás escuchada, salvo por aquellos suertudos que estuvieron en el teatro esos días de enero de 1974. Según él mismo dice, su obra más querida.

La grabación se hizo en 2012 en Abbey Road y otros estudios de prestigio, con muchos de los que participaron en el original, un nuevo narrador y una nueva orquesta y coro. Y así, aunque creí que la sabía de memoria, ahora debo aprenderla de nuevo. Su audición me llenó de un cúmulo de buenos sentimientos y recuerdos.

La pérdida de una obra artística es, sin duda, una desgracia no sólo para su autor sino para la humanidad. Su aparición y resurrección es, sin duda, algo maravilloso que nos permite disfrutar de ella en una forma inédita. Y en mi caso, me regresa a mi infancia.

Gracias, señor Wakeman. Nos vemos al otro lado del disco.