martes, febrero 28, 2006

Un costarricense gana Festival de Viña del Mar

Mi amigo Humberto Vargas, cautautor costarricense, logró ayer algo sin precedentes en la historia de la música de mi país: ganó la Gaviota de Plata al primer lugar en el prestigioso Festival de Viña del Mar. 

Según él mismo contó, la gente en la Quinta Vergara coreaba el estribillo de su canción. Conozco a Humberto, el brillante sonido de su guitarra y la excelencia de su música desde hace años: el día en que nos conocimos coincidió con la primera visita a Costa Rica de Alejandro Filio. 

La guitarra de Humberto es simplemente excelente, virtuosa. Y esa calidad la refleja no sólo en sus canciones, sino también en su vida y su trato afable. Algunos llamarían a su música "trova", Humberto la acerca más bien a la música folklórica latinoamericana, y a mí simplemente me gusta llamarla "buena música", para distinguirla de la música desechable, de esa que lastima el oído, que nace muerta, que es un desperdicio. 

"Dilo de una vez" pertenece a su segundo disco compacto, titulado "Aire". Aunque no he escuchado las otras canciones finalistas de Viña del Mar, estoy seguro que ninguna se comparaba con la canción de Humberto. Esta es su letra: 
 
Dilo de una vez, ¿Qué hay entre tu mente y este humo de café? ¿Qué es lo que te está costando tanto traducir? tal vez no exista manera de decirlo sin herir. Dilo de una vez, dilo en línea recta no te enredes por mentir y alza tu mirada ¿Qué le vez tanto a un mantel?; sólo son casitas de montaña repetidas cada dos. “Sin herir, sin herir...”, me halaga tanta consideración “Sin herir, sin herir...”, de todas formas te agradezco la intención. Dilo de una vez, no le pongas freno burocrático a este guion, que ya me sé mis líneas, empecemos la función, siempre hay un héroe, una princesa y un dragón. Dilo de una vez, que tanto vértigo hace malo al corazón y alza tu mirada ¿Qué le vez tanto a un mantel? sólo son casitas de montaña repetidas cada dos. “Sin herir, sin herir...”, me halaga tanta consideración “Sin herir, sin herir...”, de todas formas te agradezco la intención. Dilo de una vez, no me conviertas en manilla de reloj, en almanaque que ya llegó enero y no se usó, no me consueles con pagar la cuenta a medias por favor. Dilo de una vez, que tanto vértigo hace malo al corazón y alza tu mirada ¿Qué le vez tanto a un mantel? sólo son casitas de montaña repetidas cada dos. “Sin herir, sin herir...”, me halaga tanta consideración “Sin herir, sin herir...”, de todas formas te agradezco la intención. Dilo de una vez 
 
La voz potente y armoniosa de mi amigo se expandió en la Quinta Vergara y acarició "sin herir" a todos, para transmitirles humanidad y respeto por el arte y la expresión auténtica del espíritu humano. Y ganó.

Estimado Humberto: desde la distancia, en nombre de todos hijos de esta querida patria, te felicito y te agradezco que hayas puesto tu talento en juego, que lo hayas motivado a dar frutos, a producir y a regalarnos tu música a manos llenas. Tu música, que es tu alma; tu música, que nos entrega cada vez que te escuchamos un poco de "aire", que nos motiva a separar "mala hierba y flor", que nos revaloriza las viejas canciones "tono sepia" de nuestros abuelos; que nos advierte contra los "transaludadores" y los "comerciantes de colores" de la modernidad. Que resume nuestra vida, la inserta en la vida de Latinoamérica, y le da esperanza renovada. Felicidades.

jueves, febrero 16, 2006

Grafitis: Gritos por escrito

Porque soy abogado -quizá, a pesar de ello- reconozco que lo clandestino y prohibido tiene un cierto atractivo en la psiquis humana. El tema ha sido ampliamente estudiado por penalistas y criminólogos, especialistas en ciencias que casi desconozco.

Imagino la escena de quien, amparado en la nocturnidad, saca una pintura (en spray) y con una velocidad vertiginosa, describe su pensamiento en dos o cuatro palabras, en la pared del vecino desconocido, para huir a toda prisa y perderse en las sombras, antes de que el dueño de la pared autografiada (o peor aún, la policía) se dé cuenta del "paredicidio" (como dirían en "La tremenda corte" de Tres Patines, uno de mis favoritos, por cierto).

Si escribir una idea interesante en pocas palabras es difícil, ¡imagínense lo complicado que es escribir una idea provocadora! Y eso es, para mí, un grafiti. Es un grito, una llamada de atención. Sugestivo, irreverente, creativo. Y si consideramos que, de ordinario, se hace en pocos segundos, sin mucho tiempo para pensar, con el corazón latiendo fuerte, vigilando que nadie te vigile, hay que ser genio para lograr algo así.

Cómo me gustaría dedicar parte de mis esfuerzos en recopilar los grafitis de mi ciudad. Muchos de ellos han sucumbido bajo infames (pero legales) capas de pintura para exteriores. Pero quedan en la mente de quien reconocen en ellos su valor: creatividad y preocupación social; denuncia y originalidad; ironía y libertad de expresión. Ejemplos que saco de una remota esquina en mi cabeza: recuerdo uno, camino a la universidad, que preguntaba a todos los especialistas: "Genio... ¿quién es tu aladino?". Otro, por la línea de un tren, se limitaba a dar un email: p.mainor@satiro.com. Y por ahí, alguien nos confesaba "La inteligencia me persigue, pero yo soy más rápido". Extraordinario. Cuánta creatividad en un segundo. Hoy hay muchos, pero menos creativos. "No al TLC", "políticos corruptos" o cosas así. Expresiones válidas, si... pero les falta chispa.

No estoy motivando a rayar paredes, ni negando que esa una infracción. Lo que estoy diciendo es que un grafiti es un grito (a veces desesperado) que busca llamarnos, alertarnos, hacernos pensar y, a veces, sonreír. Es cultura popular, que se abre paso incluso a costa del derecho. No me estoy refiriendo a las frases soeces, mal escritas y de pésimo gusto que encuentra uno en las paredes de un baño de un bar. Me refiero al grafiti "honesto", que campea a la luz del transeúnte, hasta que la brocha del dueño de la pared o de la municipalidad lo cubra.

Como los grafitis que campeaban en el Muro de Berlín, que mencionaba hace días. Llenos de colores y figuras, verdaderas obras de arte popular, completadas colectiva y anónimamente a lo largo de muchos años. Reflejo de la libertad contra la tiranía, porque los grafitis estaban en el lado occidental del muro, por supuesto. Del otro lado, nadie se podía siquiera acercar a esa maldita pared. Busquen en internet las fotos del viejo muro, y verán un museo al aire libre, del lado donde había aire libre.

Al artista anónimo, al escritor clandestino, al comentarista nocturno, al equilibrista de la ley que asume el riesgo para expresarse y provocar a los demás... mi simpatía y respeto por lo que sus actividades tienen de creatividad, de preocupación social y de reivindicación de la propia libertad. Si es posible, les ruego, no manchen mi pared. La del vecino es más grande y tiene una mejor vista a través del parque.

PD: el de la foto lo encontré en un blog. Los derechos de autor de la foto pertenecen a su dueño... Los del grafiti, también, supongo. Buena pregunta: ¿tendrá un grafiti derechos de autor?