jueves, enero 26, 2006

Gobierno de mujeres

La democracia del mundo recibió con beneplácito a dos nuevas gobernantes mujeres: una en Liberia, la otra en Chile. Todos los pueblos les desean éxitos en sus mandatos. Y no es para esperar menos. Es curioso que en las monarquías haya habido muchas reinas a lo largo de la historia, pero en las democracias las presidentas hayan sido, hasta ahora, muy pocas. Tanto en la vida pública como en la vida privada, y hablando en términos generales, por supuesto, las mujeres son mucho más ordenadas y mesuradas, por lo que en principio deben ser mejores administradoras, lo cual facilita enormemente las tareas de gobierno.

Pero el panorama mejora si consideramos que un gobernante de un país es más que un administrador: si de lo que hablamos es de política, un gobernante debe ser un líder, alguien que inspire confianza, oriente, dirija, establezca destinos de bienestar general. Y ahí entra en juego la importancia de la ideología: del pensamiento constructivo, del intelecto práctico y de la compasión ante el sufrimiento ajeno. De nada sirve que un gobernante tenga un MBA, o un PhD, o qué se yo cuál sigla... si no tiene ideas claras acerca de la democracia, los derechos humanos, el desarrollo, la economía y la repartición de la riqueza, y la libertad, y si no hace nada por proteger esos valores. Y en esto, creo, las mujeres (de nuevo en términos generales) sobrepasarán con creces a los hombres. Lo único es que nunca la historia de la humanidad les ha dado la oportunidad, salvo casos excepcionales, como Meir, Gandhi, y otras más que no recuerdo... y ahora, Bachelet.

Mujer preparada académicamente, pero sobre todo personalmente; curtida por las responsabilidades y por el sufrimiento; protagonista en las historias del dolor derivado de la tiranía. Una mujer que, según he leído, posee claros conceptos democráticos y una ideología definida. De Bachelet, la democracia en América Latina espera mucho: liderazgo en la región, desarrollo económico sostenible, relaciones internacionales claras y con políticas definidas, y un acercamiento al que menos tiene, al más necesitado y al más olvidado.

Los gobernantes no deberían tener nada de especial: según los conceptos más básicos (griegos) de la democracia, son simplemente uno más del pueblo, a quien por un tiempo le toca ser el primer servidor del pueblo. Podría ser cualquiera: no se requieren títulos académicos ni dominio de idiomas exóticos; ni haber publicado una biblioteca de ensayos incomprensibles. Si eso fueran requisitos esenciales para alcanzar el gobierno en un estado democrático, sólo los ricos lo podrían alcanzar. No es así. Los requisitos son de idoneidad personal, de capacidad de liderazgo, de ideología y atributos gerenciales. Por eso gobernó Walessa, siendo de profesión obrero. Por eso gobernó Havel, siendo dramaturgo. Por eso han gobernado maestros y médicos. Si aparte de los atributos personales, y de una ideología democrática definida, poseen títulos y logros académicos o profesionales, excelente. Pero uno no sustituye lo otro. Hacerlo nos pone en peligro de caer en la tecnocracia. Y eso, créanme, no es conveniente.

En "Battlestar Galáctica", la secretaria de educación Roslin asume la Presidencia de las colonias, luego del ataque exterminador. Y dirige los destinos políticos de su pueblo, hasta el momento con gran éxito. Una de mis series favoritas, por cierto.

Las mujeres toman la palabra en la política, y posiblemente este sea su siglo. En América Latina, Chile levanta la bandera y corre hacia adelante, y los demás seremos beneficiados de su ejemplo. Y en mi país, que no sabe quién será su próximo presidente, nos queda pendiente el reto de aceptar la mano cálida de una mujer en el gobierno de la nación. ¿Estará nuestra democracia centenaria, que nos llena tanto de orgullo, lista para dar ese paso adelante? A juzgar por el elevado número de candidatas a diputadas, parece que sí... Hay que encontrar a la persona idónea, capaz de presentarnos propuestas serias y de tomar las decisiones necesarias. Pero también, como pueblo, hay que estar preparado para hacerle caso y darle la oportunidad de construir un proyecto de país, siempre y cuando sea mejor que el que tenemos.

lunes, enero 16, 2006

Muros de intolerancia

El cantautor cubano Carlos Varela es uno de mis favoritos. Hay un disco suyo, llamado “Monedas al aire”, que he tenido que comprarlo tres veces (porque en dos oportunidades me lo han robado), en una canción sorprendente llamada “Muro”, canta lo siguiente:

“Mojas el pan en el plato vacío, y apagas la televisión. Abres la ventana y miras afuera, la ciudad te espera en algún lugar. Sales a la calle y te vas al muro donde acaban todos, donde empieza el mar. Cuentas los pasos regresando a casa y prendes la televisión. Te quedas dormido y cuando empieza el himno, te vas a la cama, te vas a soñar, mientras otro sigue recostado al muro donde acaban todos, donde empieza el mar. Luna, algo está sucediendo, que estoy sintiendo que esta vez me están dejando solo, o al menos solo como la noche. Mojas tu cara como cualquier día y te vas sin afeitar. Te compras la prensa y notas que al mundo le ha cambiado el rostro para bien o mal, y sigues caminando y te vas al muro, donde acaban todos, donde empieza el mar”.

La pregunta de rigor es ¿Qué es el muro? El compositor lo explica así. “Donde acaban todos, dónde empieza el mar. El malecón habanero es nuestro muro de los lamentos. Quién no ha tenido una historia de amor, o desamor, olorosa a sal y sentado de espaldas a la ciudad con la vista en el horizonte".

La isla de Varela está aislada. El muro es invisible e impide el paso hacia un lugar más allá. Allí acaban todos porque allí empieza el mar. Algunos salen en barcazas a retarlo, con pocas probabilidades de éxito. Es su manera de “saltar” muros, ya que parece que no pueden derribarlos.

En 1989 presenciamos con asombro la caída del Muro de Berlín. Un monumento descomunal a la estupidez humana (junto con el Universo, una de las dos cosas infinitas que existen, según Einstein) que, por la defensa de la ideología, limitó la libertad, dividió familias, partió por la mitad los ideales democráticos y atentó contra los derechos humanos de miles de personas, hasta que el ser humano no pudo más y el pueblo, sin aspavientos, tomó las riendas de la historia y, con unos mazazos, ayudó a la Ley de la Gravedad a disponer de esa espantosa pared de granito y a aprovecharla para hacer souvenirs. Por cierto, yo guardo con respeto un pequeño trozo de ese horrendo muro en mi casa, y en él se ven unas manchas de grafiti, que no fueron otra cosa que gritos por escrito. 

Todos creímos que se habían acabado los muros y que los viejos atlas y mapas habían cambiado de color para siempre. Soñamos que jamás la ideología volviese a encarcelar a los habitantes de todo un país o ciudad entre paredes de concreto. Y las fronteras (que, como decía Yanni, pianista griego, no se ven desde el espacio, porque no existen) comenzaron a desdibujarse. La Comunidad Europea es un buen ejemplo de ello: libre tránsito de personas, bienes, servicios y capitales. Un pasaporte único y, en muchos estados, moneda única.

Pues nos equivocamos: la estupidez humana es infinita.

La administración de turno de los EEUU ha decidido construir un MURO que impida el paso de los latinoamericanos (toda Latinoamérica limita con Estados Unidos). Con ello, nos encierra entre paredes, pero también lo hace a sus propios ciudadanos. EEUU cierra sus puertas a la migración, olvidándose de que todo su gran país fue construido gracias a inmigrantes, porque la población originaria (a quien tanto admiro) fue masacrada. Con su política actual, EEUU debería impedir al Mayflower atracar.

Lo peor es recordar las palabras de otro Presidente de EEUU, del mismo partido que el actual, en 1987, pidiendo a gritos en Berlín: “Señor Gorbachov: si usted quiere la paz y la prosperidad, venga y tire abajo este muro” (Reagan), o recordar al Gran Presidente, también en Berlín, pero en 1963, diciendo: “Todos los hombres libres, no importa dónde vivan, son ciudadanos de Berlín. Por eso, como hombre libre, me enorgullece decir “Ich bin ein berliner” (JFK).

Estados Unidos se aísla, como Cuba (a quien tanto critica…) pero sin ser isla.

La construcción del muro que separa EEUU de Latinoamérica es un error intolerable y un atentado contra la democracia, la igualdad, el respeto mutuo que debe prevalecer entre las naciones, la soberanía del derecho internacional, y la tolerancia. La “seguridad nacional” no puede ser doctrina que justifique la desigualdad ni el irrespeto de los derechos humanos. Los conceptos modernos son otros: “seguridad personal” y “seguridad democrática”, según me dijo doña Sonia Picado un día de estos. América Latina (y con ella, todo el mundo libre) deben recoger herramientas morales y políticas suficientes para tumbar ese muro de intolerancia.

Señor Bush: si usted quiere la paz y la prosperidad, venga y tire abajo este muro.

miércoles, enero 11, 2006

Música de películas

Creo que fue en un artículo escrito por Javier Marías donde leí una idea interesante: si pensamos en el desarrollo de la historia de la música sinfónica, aparentemente el siglo XX significó su casi desaparición, pues los grandes compositores sinfónicos son, desde hace muchas décadas, la excepción en la música contemporánea. Sin embargo, Marías señalaba que, a su juicio, los grandes maestros de la composición musical sí poseen un grupo de selectos herederos: los compositores de música para el cine.

Estoy de acuerdo. Si pensamos un poco, nos daremos cuenta de que aquellos grandes compositores que trabajan al lado de los directores de cine son casi los únicos que están escribiendo música para una orquesta sinfónica completa. Y no sólo eso: la música de películas dejó de ser, desde hace mucho, una simple melodía incidental que acompañaba las imágenes en movimiento, y pasó a ser un elemento absolutamente esencial en la obra cinematográfica, otorgándole profundidad y colaborando con el dramatismo de las imágenes. 

Se podría decir que muchas de esas partituras son verdaderas "interpretaciones musicales" del guion y de las secuencias de las películas. ¡Quién no evoca las imágenes cinematográficas cuando escucha las notas de los temas musicales más famosos! Se trata de obras temáticas completas, llenas de temas musicales absolutamente extraordinarios e indisolublemente unidos a lo que vemos. Y de ahí que, en los festivales cinematográficos más relevantes, ocupan un puesto de honor y son justamente reconocidas y premiadas.

De más está decir que soy un apasionado por las bandas sonoras originales de las películas, y por suerte cuento con una respetable colección de "soundtracks" o de "original scores", como los llaman los amigos de Estados Unidos. De entre ellos, resalto los siguientes: "The Lord of the Rings" de Howard Shore, "Forest Gump" de Alan Silvestri, "Titanic" y "Braveheart" de James Horner, "Dragonheart" de Randy Edelman, "Batman" de Danny Elfman, "Gladiator" de Hans Zimmer, "Unbreakable" de James Newton Howard¿Más? Klauss Badelt ("Time Machine"), Harry Gregson-Williams ("Kingdom of heaven"), Philip Glass ("The hours", "Truman Show"), John Williams ("Star Wars", "Schindler's List", "Jurassic Park", "Harry Potter", "Indiana Jones", "Saving Private Ryan", "Superman" y una largísima lista). Cómo pasar por alto a Ennio Morricone y sus melodías para "The Mission", "Malena" y los spaguetti westerns de Sergio Leone. Cómo no resaltar la partitura de "Out of Africa" de John Barry, o "Matrix" de Don Davis, o al desaparecido Michael Kamen ("Band of brothers"), Henri Mancini ("Pink panther"), Michal Nyman ("The Piano"), Vangelis ("Chariots of fire", "1942 Conquest of paradise"), Gabriel Yared, Miklos Rozsa, Alan Menkem... Y una recomendación muy personal: "Finding Neverland" de Jan A. P. Kaczmarek.

Pero lo mejor es disfrutar de la música de tantos y tantos: los herederos.

domingo, enero 01, 2006

De años nuevos y felicidades

Comienza un año. Aburre escuchar la misma felicitación de siempre, pero no se ha inventado otra mejor. Nos deseamos felicidad. "Feliz año nuevo", decimos.
Es interesante pensar en qué consiste eso de la felicidad ¿Puedo decir sinceramente que soy feliz? Eso depende de qué significa serlo.

En los primeros párrafos de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América leemos lo siguiente:

"Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad".

Primera idea interesante: la búsqueda de la felicidad como un derecho inalienable de las personas.

Entonces, ¿en dónde hay que buscarla? La respuesta depende de la visión que se tenga del mundo y de vida, y divide a la población mundial. Dicen que los patriarcas antiguos bendecían a sus hijos para que tuviesen muchos hijos y muchas riquezas. Ambas eran vistas por esas sociedades como verdaderas bendiciones de la divinidad. Pero en nuestra sociedad se vende otra idea: que la bendición es el sufrimiento. Para mí, es erróneo limitarse a pensar -como lo hacen muchos- que la felicidad se encuentra en otra existencia, porque esa es la excusa para que nos vendan la idea de que este mundo es un "valle de lágrimas", una especie de destierro. Quien inventó esa idea ha tenido bastante éxito: muchos de nuestros pueblos latinoamericanos han vivido durante años en la opresión y en la miseria, convencidos de que ya vendrá la felicidad, más allá, porque esta vida es sufrir. Mientras, los gobernantes de turno disfrutaban la riqueza ajena.

Creo que la propuesta de la declaración redactada por Jefferson es más ambiciosa: así como la vida es ahora y la libertad debe ser ahora, la búsqueda de la felicidad también. Aquí y ahora. Eso implica no sólo vida y libertad, sino una vida de calidad y una libertad verdadera. Si pienso que la vida es felicidad y abundancia, no me conformaré con las lágrimas ni las aceptaré como designio irremediable, sino que buscaré cómo progresar en todos los campos: en lo intelectual, en lo artístico, en lo económico, en lo físico, en lo familiar.

Segunda idea: buscar la felicidad no es ambición vaga, sino la única manera de crecer.

Pero, por supuesto, no puede desligarse de la felicidad de los demás, ni pasar por encima de ella, pues tarde o temprano se estaría cayendo o provocando la injusticia, que es epidémica y genera más injusticia. Hasta que tarde o temprano, destruye todo el tejido social e impide el crecimiento personal.
Tercera idea: aunque se trata de algo muy personal, la felicidad tiene una dimensión social. Entonces, sí tiene sentido desearle a los demás un feliz año nuevo. Se trata de un noble reto: plantearse que durante este año seremos felices, o al menos, lucharemos por serlo.

Vida, libertad, y la búsqueda de la felicidad. Si Jefferson lo dijo así, indicando que había otros derechos más, pero citando esos tres expresamente, habrá sido por algo, ¿no creen?

Por eso, le deseo a todos un año lleno, entre otras cosas, de vida, libertad y felicidad, aquí y ahora.